Reto de Lídia Castro Navàs para septiembre 2022 | Lo había soñado… o no

   El reto de Lídia Castro Navàs (https://lidiacastronavas.wordpress.com/escribir-jugando/) se basa en una propuesta mensual recogida en su sección Escribir Jugando. Se trata de que los participantes escriban un microrrelato con un máximo de 100 palabras (sin contar el título) siguiendo las condiciones marcadas para el desafío de ese mes. Estas son dos, como requeridas, y una tercera susceptible de ser añadida a las anteriores si los duelistas narrativos se atreven a incluirla en su relato.

   Para este mes de septiembre, en el que he participado con Lo había soñado… o no, se ha escogido un mineral para indicarnos una de las dos palabras que deben formar parte de la historia y el contenido de una de las cartas del juego The Good Tarot nos ha marcado la segunda, determinándose así las dos condiciones requeridas. En cuanto a la condición adicional, la tercera palabra a tener en cuenta, Lidia ha decidido que en la narración debe aparecer algo relacionado con una flor de su elección.   

   Así, el mineral elegido ha sido la howlita (o turquesa blanca), una de las piedras semipreciosas que puede fomentar la relajación, aparte de facilitar que la mente se prepare para recibir comprensión y sabiduría; y la carta muestra la imagen de la Justicia personificada en una mujer que sostiene en su mano derecha la balanza con la que se ha de medir la bondad o la maldad de los actos humanos. Finalmente, una flor Bach, Centaury, cuya esencia ayuda a esas personas que se empecinan en complacer a todo el mundo aun a costa de no poder dedicarse a sus propios sueños, ha sido la escogida para esta vez.

   En ocasiones creemos haber vivido una experiencia tangible y real, cuando esta solo ha sido el producto de un sueño. En esos momentos desearíamos contar con una prueba fehaciente, tal vez física, de lo que nos ha acontecido; me gustaría creer que eso no es exclusivo de la ficción.

                                        Lo había soñado… o no

   Necesitaba contemplar las dos pequeñas piedras de howlita encadenadas. Se las había regalado la encargada de la librería tras su reencuentro casual pero agradable, durante el que conversaron largo rato.

   ¿Citarse? Imposible. Sus mayores ocupaban su tiempo y… hasta su Centaury se marchitaba al no atenderla. Las howlitas le desvelaron que de justicia era reservarse un paréntesis para sí mismo, sin importar los demás. Al regar la planta, todavía lo vio más claro.

   Volvió a la librería; ninguno de los empleados conocía a su antigua amiga; nadie le supo dar razón. ¿Había soñado? No, las piedras seguían en su bolsillo…