El reto de Lídia Castro Navàs (https://lidiacastronavas.wordpress.com/escribir-jugando/) se basa en una propuesta mensual recogida en su sección Escribir Jugando. Se trata de que los participantes escriban un microrrelato con un máximo de 100 palabras (sin contar el título) siguiendo las condiciones marcadas para el desafío de ese mes. Estas son dos, como requeridas, y una tercera susceptible de ser añadida a las anteriores si los duelistas narrativos se atreven a incluirla en su relato.
Para este mes de junio, en el que he participado con Recompensa divina, se ha escogido un mineral para indicarnos una de las dos palabras que deben formar parte de la historia, y el contenido de una de las cartas del juego The Good Tarot nos ha marcado la segunda, determinándose así las dos condiciones requeridas. En cuanto a la condición adicional, la tercera palabra a tener en cuenta, Lidia ha decidido que en la narración debe aparecer algo relacionado con una flor de su elección.
Así, el mineral elegido ha sido la malaquita, una gema semipreciosa; y la carta muestra la imagen de un imponente ciervo sobre un peñasco que, a modo de pedestal, le es ofrecido por la naturaleza para realzar aún más el aura carismática que lo envuelve; es un héroe, es un líder, y recorre con su manada todas las tierras que su vista alcanza desde su improvisado trono. Finalmente, la Abundancia, esa flor relacionada con la confianza en la Providencia Divina y que nos da bienestar, ha sido la escogida para esta ocasión.
¿Puede el azar, la Providencia o algún ente que desconozcamos devolvernos lo que comúnmente se conoce como alegría de vivir? Quiero creer que sí, aunque sea a muy pequeña escala pero suficiente para ayudarnos con el día a día.
Recompensa divina

Había esperado una ocasión así. Su ballesta apuntaba a un hermoso ciervo. No erraría.
Su señor le había ordenado salir de caza. Deseaba dar un festín. Pero no había tenido suerte.
Ahora, en una zona desconocida, donde abundaban unas bellas flores blancas con salpicaduras moradas, sentía como estas le devolvían el ánimo.
Miró la pulsera de malaquita de su esposa fallecida; siempre iba consigo. Tristemente, había perdido su brillo.
Observó detenidamente al animal. Era precioso, singular, único… ¿Por qué matarlo?
Retiró su ballesta y dejo que se fuera. «Que coman gachas», se dijo.
E, inexplicablemente, la pulsera volvió a brillar.
Muy buena aportación al reto. Y la pulsera volvió a brillar… 👏👏👏👏
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Hola, Nuria.
Pensé que recuperar el brillo de esa pulsera que tanto apreciaba el protagonista, sería una buena recompensa para él.
Muchas gracias por tu apoyo.
Un abrazo.
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¡Me encanta que la vida o la magia le recompense por respetarla! Un abrazo.
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Y yo me alegro de que te haya gustado, Marlen.
Muchas gracias por tu comentario.
Un abrazo.
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Qué bonito, Daniel!! Me encanta. Que coman gachas!! Eso digo yo!! Jajaja
Me ha gustado mucho tu trabajo. Enhorabuena. Muchas gracias por tu aporte al desafío de este mes. Un abrazo.
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Hola, Lídia.
Seguro que un poco de austeridad culinaria no le vino mal al señor del protagonista. Ja, ja, ja.
Muchas gracias por tu forma de impulsar la actividad narrativa.
Un abrazo.
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Los amuletos brillan o no según las acciones de quienes lo portan… pero ya nos hemos olvidado de ello porque solo compramos baratijas en los bazares.
Un abrazo 🤗
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Estoy contigo en eso, Ratonet. Procuremos no olvidarnos de ello y así conseguiremos mejorar cada día, aunque sea solo un poco; valdrá la pena.
Muchas gracias por recordármelo y por tu comentario.
Un abrazo.
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